Mónaco, la magia y Ayrton Senna
El mundo del motor en su
máxima expresión, representado por el gran circo de la Fórmula 1, se detiene en
las primeras semanas de mayo: hemos llegado a Mónaco, el lugar donde se fabrican
los mitos, un Gran Premio cuya relevancia, casi siempre, se proyecta en la
eternidad.
Este estatus, más cerca
de la magia y los sueños que del simple deporte, ha sido ganado a pulso por el
propio circuito y su historia, pero también han contribuido otros elementos del
entorno. Entre otros, el celo con el que Mónaco cuida su imagen de ciudad lujosa
por excelencia.
Cuesta imaginar el circuito de Monte Carlo sin los yates y la
jet-set en los balcones de los
casinos, lo que serviría para explicar también el menor tirón de otros
circuitos urbanos. La recepción de la familia real monegasca (la más mediática
de todas las realezas) al ganador del Gran Premio es el detalle culminante de un
fin de semana de lujo a la antigua usanza.
En términos estrictamente
deportivos, el de Mónaco puede que sea, seguramente, el circuito más exigente
para los pilotos, y el más espectacular para los espectadores. Pese a que los
adelantamientos en sus calles tan estrechas son complicados, el gran número de
cuestas, virajes y ángulos imposibles dejan al aficionado pegado
irremisiblemente a la pantalla.
Desde su creación en
1929, Monte Carlo ha visto competir por sus calles a los mejores. El récord de
victorias sigue correspondiendo al
malogrado Ayrton Senna, con 6 trofeos y, sobre todo, una canina rivalidad
con Alain Prost que está marcada fuego en la retina de todos los aficionados. Y
es que Mónaco ha sido testigo de algunos de los duelos más emocionantes de la
historia de la F1, alimentados sin duda por lo emblemático del escenario.
El
propio Senna protagonizó en 1992 un espectacular tapón a Nigel Mansell, quien
acabó afirmando tras la carrera que jamás había visto un “Mclaren tan ancho”.
Aunque si algo pasará a la Historia será la pole del piloto brasileño en 1988,
cuando aventajó a Prost en ¡1,4 segundos! y tras la cual reconoció que había
pilotado en un un estado mental que había sobrepasado los “límites de la
conscencia”.
En definitiva, Monaco y
Ayrton Senna forman ya parte del imaginario colectivo. Como si de una película
del Oeste se tratase, la ciudad monegasca ha puesto el escenario y los héroes
que son los pilotos se han encargado de elevar los hechos a leyendas. A la
espera de una nueva rivalidad que marque época, nos conformaremos con revisar
los
youtubes.
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