La pasada semana se celebró la reunión
anual de la Fórmula
Campari 2002, que este año ha tenido como sede la ciudad de Barcelona, al
contrario que en pasadas ocasiones que realizaban un recorrido por tierras
españolas. El meeting reúne principalmente a propietarios de la mítica
marca de coches Ferrari venidos de toda Europa para pasar unos días repletos
de actividades que mezclan turismo, diversión y competición.
Los participantes de tan selecta concentración
llegaron a tierras catalanas el martes 30 de abril y se instalaron en uno de
los más lujosos hoteles de la Ciudad Condal. Al día siguiente, festivo en
nuestro país, emprendieron rumbo hacia el norte –con un sustancioso retraso
respecto al horario oficial- para realizar una interesante visita a la central
de energía solar más grande de Europa, la de Font Romeu, ya en tierras
francesas.
El jueves los adinerados ferraristas
tuvieron la mañana libre y por la tarde, de nuevo con bastante retraso, se
decidieron a visitar el conocido monasterio de Montserrat. El tiempo no acompañó
demasiado, aunque la lluvia finalmente no cayó, y los bólidos subieron la
divertidísima carretera de ascenso a la cumbre a un ritmo bastante sosegado.
Cabe destacar la ausencia de algunas de las máquinas más destacadas de la
concentración, por distintos motivos.

Al día siguiente los Amici Piloti se
dirigieron hacia la Costa Brava, en un itinerario muy acertado que les llevaría
a comer en la preciosa localidad costera de Tossa de Mar. Después del
almuerzo, era obligada la visita al Museo Dalí, por la proximidad geográfica
de la ciudad natal del famoso pintor catalán. Ya de vuelta, el programa
situaba la cena en el Puerto Olímpico de la capital catalana, por lo que los
comensales pudieron disfrutar de una fantástica cena.
El sábado 4 se preparaba el plato fuerte de
la semana. Por la mañana los Ferrari madrugaban mucho más de la cuenta y se
adelantaban al horario oficial para disputar sus tandas del Circuit de
Catalunya en Montmeló, espectáculo impresionante donde los haya. Por la
tarde, de regreso a Barcelona les esperaba el mítico trazado del antiguo
circuito urbano de Montjuïc, que se había rememorado al efecto para que el
numerosísimo público allí reunido pudiera disfrutar del desfile de bellezas
rodantes. No obstante, la opinión general era que la organización debería
haber dejado más libertad a los intrépidos pilotos para demostrar sus
habilidades al volante.
La fiesta de la tarde se completó con el
desfile de las restantes máquinas que este año se apuntaron también a la Fórmula
Campari, como vehículos clásicos y modernos mayoritariamente de la marca
alemana Mercedes como el S Coupé y Porches como el 928, que hicieron las
delicias de los allí presentes. Como colofón en la montaña para alegrar la
vista, los participantes en el evento se concentraron en la pista del Estadio
Olímpico, en una inolvidable retahíla de bellezas sobre ruedas. Asimismo, la
organización tenía previsto más tarde en el Paseo de Gracia un desfile de
moda y de todos los coches inscritos para cerrar el día con un buen espectáculo.
En fin, una semana repleta de emociones para
los afortunados propietarios de Ferrari, que sin duda alguna han creado una
enorme sorpresa –y expectación, por qué no decirlo- allá por donde iban,
creando en todos los aficionados al motor una envidia sana por esas especiales
máquinas que hacen palpitar el corazón cuando vemos pasar un coche con el
Cavallino Rampante en su carrocería.
Txalsnet
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